Desclasificar es un de los
verbos más empleados en el urbanismo últimamente, al menos en la Comunidad
Valenciana. Entendemos por desclasificación de suelo, en este artículo, el paso
del régimen urbanístico de un terreno de suelo urbano o urbanizable a suelo no
urbanizable.
La tendencia hace unos años
era clasificar o reclasificar suelo, es decir, la operación contraria a la
desclasificación, cambiar el régimen urbanístico de unos terrenos pasando de
suelo no urbanizable a urbanizable e, incluso, urbano.
Esta tendencia ha dado un giro
de 180 grados en los últimos 5 años, en un primer momento (podríamos decir que
entorno al año 2011) se produjo una especie de punto muerto, es decir, paulatinamente fueron disminuyendo las propuestas
de clasificación y reclasificación terrenos hasta desaparece casi por completo
en la actualidad, pienso que esta circunstancia se debió a la crisis
inmobiliaria y al exceso de suelo ya clasificado.
En la actualidad se ha dado un
paso más, concretándose en la reciente iniciativa de fomentar la
desclasificación de suelo, debido, a mi entender, a la concreción de una
política territorial de urbanismo más sostenible que pone en valor el suelo
como un recurso limitado.
Pero, ¿Por qué limitar la
clasificación de suelo o desclasificar suelo? Es una pregunta que ante la nueva
realidad nos puede surgir. Y es que, a primera vista, el mero hecho de que un
suelo se clasifique como urbano o urbanizable no implica su transformación, es
más bien la posibilidad de que esos terrenos sean objeto de transformación
urbanística, para su paso de suelo rural a suelo urbano. De una forma más
gráfica, démonos una vuelta por la periferia del área urbana en la que vivimos.
¿Qué terrenos son suelo urbano o urbanizable y cuales no urbanizables? Sobre el
terreno, en muchas ocasiones es difícil de apreciar. ¿Cuántos terrenos de suelo
urbano y urbanizable se mantienen físicamente en estado rural? Muchísimos;
hasta el punto, ya digo, de ser imposible, a simple vista sobre el terreno, en
numerosos supuestos, determinar si un suelo es no urbanizable o urbano, tan
campo de naranjos, olivar o viña pueden ser unos terrenos urbanos como otros
urbanizables o no urbanizables; solo acudiendo al planeamiento urbanístico
podemos determinar que terrenos sin transformar tienen una u otra
clasificación.
Por otra parte, en la
actualidad, tras la aprobación de la Ley del Suelo de 2007, ni siquiera la
clasificación del suelo tiene incidencia en el valor de los terrenos, según
esta legislación del suelo, es la trasformación real de los terrenos lo que
determina el aumento de valor de estos, no la mera clasificación del suelo.
Tampoco desde un punto de vista fiscal, desde reciente jurisprudencia y nueva
legislación del catastro, existe diferencia entre el suelo no urbanizable y el
urbanizable no ordenado detalladamente.
Por lo tanto, ¿por qué
desclasificar el suelo? Si es algo inocuo desde el punto de vista de la
transformación física del suelo y del valor de los terrenos, incluso de su
tratamiento fiscal, ¿por qué no dejar el suelo clasificado como urbanizable?.
Esta pregunta me la hice hace tiempo, especialmente como consecuencia, en aquel
momento, de las limitaciones que desde diferentes normas urbanísticas se
establecían a la clasificación de suelo. Si la reclasificación de un suelo a
urbanizable no supone necesariamente la transformación del suelo, y solo se
urbanizará cuando exista una demanda de suelo urbanizado para su edificación,
no parecía tener sentido, entonces limitar la cantidad de suelo clasificado, o
ahora desclasificar suelo.
La razón, en mi opinión, está
en la potencialidad, en la posibilidad de que el suelo sea transformado
alterando su condición rural. Esta posibilidad genera la expectativa de
urbanización del terreno y dando lugar a que los propietarios de la tierra
abandonen su gestión (agraria, forestal, ganadera, cinegética, etc.) y con este
abandono se produce la aparición de espacios deteriorados que perjudicarán no
sólo a sus propios límites sino también a los terrenos de alrededor, con daños
en el suelo como recurso, tales como la erosión del suelo, la pérdida de
calidad agraria de los terrenos, el incremento de riesgos de la sanidad vegetal
del entorno, el deterioro del paisaje, etc.
Por otra parte la
potencialidad de desarrollar cualquier de los suelos clasificados puede
determinar no sólo la urbanización de un área determinada de terreno, sino
también la necesidad de implantación de infraestructuras a lo largo de todo el
territorio, ya no se va a urbanizar las periferias de las áreas urbanizadas –lo
que podríamos denominar su ámbito de expansión lógica- sino que las actuaciones
urbanísticas pueden salpicar todo el territorio, generando por una parte el
fraccionamiento de este y de los posibles hábitats que puedan albergar y
propiciando la aparición de espacios residuales, -huecos, intersticios o
vacíos- que dan lugar a la degradación de estos espacios y amplían los efectos
de ocupación de la tierra y su uso ineficiente.
Los daños al entorno en un
modelo de clasificación ilimitada de suelo también tienen incidencia en la
atmósfera, como consecuencia de las mayores exigencias energéticas derivadas
tanto de la construcción de infraestructuras urbanas y su posterior
mantenimiento, como de la prestación de los servicios urbanísticos a unas
distancias alejadas de la trama urbana existente y de la mayor movilidad en
vehículos privados propiciada por esta mayor distancia y diseminación.
Por último, las grandes bolsas
de clasificación de suelo pueden dar lugar al desarrollo urbanístico de
cualquiera de los sectores en ellas delimitados, lo que supone unos mayores
costes económicos tanto en la necesidad de la construcción de mayores
infraestructuras urbanísticas (canalizaciones, carreteras, calles,...) como en
el posterior mantenimiento de las mismas y en la prestación de servicios
urbanos en general (recogida de basuras, correos, limpieza viaria,
mantenimiento de jardines, transporte urbano, etc). Sin salir de la enfoque
económico, está cada vez más demostrado que favorece en mayor medida el
crecimiento económico la densificación urbana y la mezcla de usos en las
ciudades que el modelo de ciudad expansiva y con una rígida zonificación. La
oferta de servicios urbanos (culturales, gastronómicos, diversión, transportes,
comunicaciones, etc.) y la posibilidad de relacionarse con otras personas y
profesionales en el ámbito urbano favorece la creatividad y hace que las
ciudades sean atrayentes y retenedoras de talento, que actualmente son dos de
los aspectos esenciales en el crecimiento de la actividad económica.
Son estas razones,
territoriales, ambientales y económicas, suficientes, desde mi punto de vista,
para considerar que es adecuado desclasificar suelos para ajustar la cantidad
de suelo urbano y urbanizable a los terrenos que sean necesarios para
satisfacer las necesidades de la población, evitando la especulación, en los
términos indicados en la reciente legislación del suelo del Estado y
urbanística de la Comunidad Valenciana y, además, realizar esta
desclasificación de suelo de acuerdo con una zonificación que responda a un
modelo de implantación en el territorio sostenible, ordenado, eficiente y
racional, que minimice los impactos negativos ambientales, económicos y
sociales.
Muy buen artículo. Aun así, yo añadiría algún motivo más para la desclasificación del suelo, sobretodo de urbanizable a no urbanizable: la estrechez en materia licenciable en el urbanizable. Es decir, que cuando fácticamente se sabe que los terrenos clasificados como urbanizables no van a desarrollarse, la situación en la que quedan los propietarios o arrendatarios de esos suelos es de una incapacidad absoluta de obtener prácticamente ninguna licencia urbanística sobre los mismo y, aunque pudiera otorgarse alguna licencia en precario, la realidad de los Ayuntamientos es que en los últimos años éstas no se conceden. Un saludo.
ResponderEliminarYo añadiría que las expectativas de urbanización encarecen los terrenos desde el punto de vista fiscal suponiendo en muchas ocasiones una pesada carga para los particulares propietarios de los terrenos urbanizables.
ResponderEliminarEstoy a favor de la construcción de una gran zona verde en todo el centro de Málaga para el uso y disfrute de sus vecinos. Así puedan pasear, andar, correr, hacer bicicleta o mirar simplemente el paisaje.
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